El posthumanismo de Bruce Sterling

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Bruce Sterling es un escritor que no deja de sorprenderme: comencé por El chico artificial, una novela cyberpunk o postpunk (o que se yo dónde punks queda) y que me pareció floja y mal construida; tal vez es culpa de la traducción (la fácil es echarle la culpa al traductor/a) o tal vez se trata de uno de los primeros intentos de Sterling por plantear una realidad donde lo humano y la máquina se fusionan al extremo y lo artificial forma parte esencial de esa humanidad ayudando a definirla: el chico artificial (el protagonista) como expresión de lo cyborg y lo diferente, modificado y mejorado para las batallas campales, un gladiador postmoderno en una ciudad que parece devastada (o por lo menos es lo que recuerdo de una lectura distante), todo televisado y grabado al mejor estilo del cyberpunk (acá si me cuadra con el cyber) donde los medios de comunicación son ley y tendencia, apocalíptica a su manera, también quijotesca, extraña (considerando que casi no me acordaba de nada que es casi como no haberla leído. Al final y bajo tantas dudas me tomé la tarea de re leerla y aunque sí se siente floja en la construcción de personajes y en el manejo de ideas, en realidad lo que me faltaba era experiencia con las temáticas de Sterling, con su planteamientos y filosofías asociadas a la posthumanidad, al qué pasaría si el Homo sapiens abandona la Tierra y se dedica a vivir en el espacio, en cómo debería cambiar física y culturalmente para adaptarse a las nuevas condiciones). La novela incluye algo más y que en un principio pasé desapercibido debido a su complejidad: se trata de la ecología de Reveria, el planeta donde vive el Chico, de cómo funciona y lo diferente que puede llegar a ser para los colonos humanos (Sterling plantea un área rebosante de vida, una bioestructura o matriz lechosa capaz de desintegrar las formas de vida circundantes, toma su genes y los baraja en otros individuos sin recurrir a la reproducción sexual, una rareza que se queda en una buena idea pero que demuestra la capacida de Sterling para crear sistemas complejos involucrando un concepto amplio de evolución); así, El chico Artificial no es mi novela preferida pero al regresar después de pasar por varias otras, me doy cuenta que es una novela fundacional en su exploración del Homo sapiens espacialis, un ser desterrado y que autoevoluciona para poder sobrevivir en el entorno más limitante de todos.

Pero el tema que me preocupa o me interesa se desarrolla en Crystal Express (por lo menos en los relatos que hacen parte del universo Formador/Mecanicista) y en Cysmatrix (novela donde profundiza y desarrolla este universo), donde los límites impuestos por lo biológico y la historia evolutiva son redefinidos por una humanidad dispuesta a experimentar consigo misma para generar el mayor éxito de adaptación posible: se trata de dos facciones que han migrado al espacio y utilizan la tecnología cyborg o la ingeniería genética como herramientas para acelerar su evolución y acceder a la posthumanidad, por un lado potenciando su corporalidad con implantes o desprendiéndose por completo de esta (llamados por esto mismo Mecanicistas), y en el otro extremo, invirtiendo en bioingeniería con mejoras físicas e intelectuales capaces de llevar al animal humano a un estadio que se mantiene en constante cambio, buscando cierto tipo de racionalidad donde lo que se quiere es potenciar la inteligencia, la capacidad de reacción y adaptación al medio, generando un control físico preciso y elevando su capacidad para resolver problemas (de allí que se llamen Formadores), aunque esto conlleve a dejar de lado el instinto animal, los sentimientos. En palabras de uno de los personajes de Sterling: “los formadores son construidos a partir de genes patentados por firmas genéticas reformadas. Podrían ser definidos adecuadamente como artefactos industriales… los mecanicistas están abandonando lentamente la carne humana en favor de modos de existencia cibernéticos.”

Aunque Sterling plantea dos líneas evolutivas que en términos generales se diferencian por la forma en que fomentan y direccionan su evolución, ambos bandos se entrecruzan y mezclan de tal manera que terminan por parecerse (tal vez no en lo físico cuando los cambios son extremos como en el caso de los mecanicistas que abandonaron su forma humana por formas de vida artificiales ligadas a la red o soportes vitales donde el cuerpo queda relegado y escondido; o el caso de Kitsune (Cysmatrix), una formadora que decide llevar sus cambios corporales a un lugar diferente convirtiéndose en una pared de carne, una matriz de tejido que recubre el asteroide Demwoska, un mundo orgánico con ella como dios y cerebro); la similitud se debe más a una forma de pensar y comportarse, quieren superar los límites o restricciones que les ha impuesto su biología, dejar atrás los lastres que como humanos no les permitirían sobrevivir en el espacio, fugarse constantemente redefiniendo las fronteras, huyendo de sí mismos para convertirse en otra cosa que les permita hace frente a lo desconocido, un espejo que se retuerce a cada paso pero en el que siempre quedara un vestigio de esa humanidad.

La posthumanidad de Sterling ha colonizado el espacio con sociedades autónomas y desligadas por completo de la cultura terrestre (es más, el planeta se encuentra en un interdicto de no acceso: allí quedaron los humanos que no quisieron migrar, atrasados luego de algún tipo de colapso ambiental y socioeconómico), el espacio se convierte en un universo politizado donde constantemente se generar guerras y escaramuzas entre facciones y los límites entre las mismas se desdibujan a conveniencia, rivalizan para imponerse como la línea evolutiva dominante, una especie de guerra fría con cismas y convergencias, ramas y brazos de un árbol cultural que se escinde y complejiza, con puntos ciegos y aberraciones, la gama cultural es tan amplia como las ideologías que muchas veces no se describen pero dan una idea de la capacidad de Sterling para extrapolar ideas y convertirlas en realidades (Mecanicistas y Formadores, Serotonina Zen, Galacticistas, Superbrillantes, entre otros).

Dentro de estas dos vertientes generales se presenta un tercer bando que actúa como árbitro y semi-dios mercantil: los Inversores, una raza alienígena de características reptilianas (los sentí como T-rex en miniatura, más grandes que los humanos eso sí, de forma que sus naves y enseres son desproporcionados aportando una sensación de diferencia y repulsión, de extrañeza pero también atracción), los cuales básicamente son comerciantes, mercachifles espaciales que ofrecen tecnología y artefactos de diversa índole a cambio de energía (kilowats), la moneda con la que usualmente comercian. Con su llegada aparece también la distención (una falsa paz entre facciones). La posthumanidad se dedica a estudiarlos esperando copiar su tecnología del viaje espacial o en caso tal, convencerlos para que la compartan (los inversores no están interesados en compartirla, al fin y al cabo su trabajo depende de ello: además de comerciar con las diferentes razas alienígenas también las transportan a lugares lejanos e inaccesibles para la tecnología posthumana) y realizar por fin el viaje interestelar (aunque la posthumanidad se ha esparcido por el sistema solar, los límites son el cinturón de asteroides y los anillos de Júpiter puesto que no tienen la capacidad tecnología para ir más allá).

Gran parte de lo que acabo de describir se profundiza y detalla en Cysmatrix (Schismatrix en inglés), una novela donde Sterling demuestra con suficiencia su capacidad como creador de mundos recreando estructuras sociales complejas y politizadas, mundos que van desde ciudades estación que orbitan la luna hasta una nave (el Consenso Rojo, me encantó esta idea) que es en sí misma una nación independiente capaz de anexionarse ciudadanos o botín de acuerdo a sus necesidades; asteroides con grietas profundas donde la humanidad perfora la roca aprovechando sus minerales; formaciones artificiales de diversa índole, ciudades estado donde las facciones se disputan la supremacía y el control, Sterling es capaz de recrear un microcosmos de hábitats sustentados en la artificialidad, describir como surgen y decaen debido al azar y a los juegos políticos que los sumen en el caos; el tiempo es lo único que sobrevive con aquellos que son capaces de adaptarse. Lo extraño se muestra como lógico y necesario. Lo meca y las formas artificiales de evolución como desarrollo y avance.

De los cuentos que reflejan el universo Formador/Mecanicista de Crystal Express, Enjambre fue el que más me impresionó por su originalidad: un formador, Afriel, es llevado por los Inversores a un asteroide donde vive aislada una especie alienígena que en un principio parece funcionar o comportarse a partir de actos instintivos, hormonales, funciona como un enjambre con su reina y varias castas especializadas en diferentes trabajos encaminados a la supervivencia del conjunto (tipo hormigas o termitas); Afriel se encuentra con otra formadora, Mimy, que lleva algún tiempo viviendo en el enjambre, estudiando sus costumbres y comportamientos, es especialista en lenguaje (o algo por el estilo). Ella le explica a Afriel cómo funciona el enjambre, los roles que cumple cada casta y lo que me pareció ingenioso y sorprendente, a través de Mimy Sterling detalla la complejidad evolutiva del enjambre puesto que no solo se trata de castas o grupos de individuos con cierto grado de parentesco sino también le hace notar a Afriel sobre la presencia de simbiontes, algo así como parásitos que terminaron por ser asimilados por el enjambre para su provecho, siendo un punto clave en el desarrollo posterior del relato. La misión de Afriel es tomar muestras del ADN alienígena de forma que los Formadores puedan obtener algún tipo de ventaja biotecnológica, replicar los obreros o soldados, crear trabajadores leales y fáciles de manejar a través de respuestas hormonales, máquinas biológicas capaces de realizar minería y trabajo pesado entre otras actividades. Afriel se cree superior al enjambre debido a su racionalidad y pensamiento avanzado pero luego descubre que el enjambre es capaz de prever eventos que pongan en peligro el desarrollo normal de sus funciones, es capaz de generar autoconciencia y activar su maquinaria genética para acceder a su parte cognitiva, un mega cerebro capaz de realizar múltiples procesos y resolver problemas complejos, como en este caso otras razas alienígenas intentando aprovecharse del enjambre. Un cuento que vale la pena leer aunque debo decir que desde un punto de vista de género, revisando los roles que juegan hombres y mujeres, no deja de ser un relato machista donde al hombre es al que le suceden las cosas, la acción está enfocada en su devenir, es el que controla y sustenta el poder mientras la mujer se queda a un lado o es utilizada como un medio para ayudar a describir lo que ve el protagonista y tanto Afriel como el enjambre la utilizan (en este caso a Mimy), como objeto o marioneta para satisfacer sus deseos y conseguir sus metas (en la tercera temporada de la serie de Netflix Love, Death and Robots, uno de los capítulos se basa en este cuento).

En contra peso a Enjambre, en Rosa Araña se profundiza en la cotidianidad de una Mecanicista que vive aislada en un  hábitat artificial en el espacio: Rosa Araña se inyecta supresores de sentimientos para ser fría y racional, reprime sus emociones químicamente para deshacerse de su humanidad y fundirse con los equipos de telemetría y observación de su hábitat, un ser conectado con sus ojos y sensaciones que se expanden (o limitan, depende de cómo lo vea cada quién) a lo que perciben los sensores, los ocho telescopios que como los ojos de una araña le permiten atisbar el espacio profundo, la soledad y el vacío existencial que la rodea. En este cuento Sterling explora los sentimientos, la soledad, el aislamiento y sus efectos en lo humano, y lo hace de una forma divertida: Rosa Araña tiene una joya valiosa para los inversores (no se especifica qué tipo de joya, comercian con arte, objetos de valor, mercancía de diversa índole, Kilovats), estos le proponen múltiples intercambios pero nada llama su atención y al darse cuenta que son incapaces de convencerla, le ofrecen una criatura a la que llaman «Pequeña Nariz para los Negocios» (parece irónico, o porque no tienen nariz o porque la criatura es versátil y adaptable). La mascota tiene un material genético complejo y capaz de mutar para semejarse a la especie que la cuida adaptándose a su entorno y costumbres: primero parece un inversor diminuto con alas y luego, al pasar tiempo con Rosa Araña, se convierte en un mono o ser antropomorfo bastante llamativo. En palabras de Sterling: «…un artefacto genético capaz de juzgar los deseos y necesidades emocionales de cualquier especie alienígena y adaptarse a ella en cuestión de días”. Así, Rosa Araña termina por encariñarse de la criatura y contra todos sus instintos reprimidos, la nueva mascota se convierte en una posesión valiosa para ella, se siente identificada y a su vez comprendida, los matices de la soledad y el aislamiento se diluyen con la bola de pelos en su regazo. Por una situación adversa y viejas rencillas, Rosa Araña termina por arriesgar su vida y la de la criatura, pierden los sistemas vitales de su hábitat y al final, de un modo bastante original, la criatura regresa a los inversores que la rescatan del naufragio en el que se convirtió el hábitat de Rosa Araña.

Otro cuento que me llamó la atención por sus planteamientos relacionados a la evolución artificial fue “Jardines Sumergidos”. Sterling propone procesos de terraformación a gran escala (tanto de magnitud como de tiempo) donde la paciencia y los métodos empleados hacen parte de la ideología de una facción formista conocida como los Regios (ligado al universo y líneas narrativas de algunos cuentos de Cristal Express y también de Cysmatrix): los cráteres de Marte son campos de redención y siembra biológica (bioecoproducción) donde facciones menores y que han sido absorbidas financieramente por los Regios se dedican a crear ecosistemas complejos con el uso y desarrollo de técnicas de biotecnología diferenciales; las facciones viven aisladas unas de otras compitiendo para ganar el estatus de Regios, ascender por la Escalera (el poderoso cable de anclaje que mantiene la ciudad-estado de los Regios en órbita geoestacionaria), obtener ventajas corporativas, riqueza y la protección de los inversores (que veían con buenos ojos el trabajo realizado por los Regios) pero además, dejar atrás el planeta y regresar al espacio.

Así, las facciones envían a uno de sus miembros para competir en el cráter Ibis (un ecosistema previamente creado por una facción que se supone ya extinta, dominado por Ibis, mangles y aguas someras), se reúnen para demostrar sus capacidades en la creación de ecosistemas, no solo en términos de complejidad biológica sino también ecoestética. Lo interesante del relato es su multiplicidad: no solo se trata de plantear procesos hipotéticos de creación o siembra de hábitats en un planeta árido, también incluye una discusión relevante en lo referente a subvertir ideas de otros grupos, eliminar al otro o diferente cambiando sus pautas y creencias en una campaña mediática donde el tiempo y el aislamiento se utilizan como aliados: los Regios fomentan el crecimiento poblacional en las diferentes facciones de forma que los jóvenes puedan asimilar fácilmente la nueva ideología y así, sin tener que recurrir a la violencia o al exterminio, absorber y asimilar a aquellos que les son de utilidad.

A mi parecer, la Posthumanidad de Sterling es uno de los intentos más complejos (por lo menos de lo que he leído y que no deja de ser una posición individual y sesgada) por recrear una sociedad espacial con todas sus pautas y comportamientos, describe con detalle pero sin llegar a ser aburrido los universos o mundos donde esta se desarrolla (es capaz de recrear estructuras artificiales funcionales pero también las conexiones sociopolíticas entre estas, cómo lo humano se alimenta o se ve afectado por el medio donde se desarrolla), profundiza en las preguntas fundamentales que muchas veces nos hacemos sin poder resolver: ¿Qué diablos somos y para dónde vamos?, ¿de dónde venimos?, y, por supuesto: ¿Somos dueños de nuestro destino? Eso entre muchos otros interrogantes que a través de la lectura me dejan un halo de satisfacción y complejidad, de trascendencia en cuanto a lo que siento cuando exploro su obra que a mi parecer no pierde vigencia sino que más bien se nutre de la modernidad para demostrar que Sterling tenía buena idea del futuro y supo manejarlo, intuir los cambios sociales y cómo el surgimiento de nuevas tecnologías podían modificar las costumbres de una sociedad, las formas de relacionarse, lo artificial y tecnológico se funde con lo humano para expandir sus límites pero también cegarlo.

Todavía está por verse si va a ser necesario migrar al espacio dejando atrás un mundo cada vez más caótico e interconectado, desigual e injusto, donde el desarrollo de nuevas tecnologías se prioriza en detrimento del ecosistema y una minoría disfruta de los privilegios de su poder mientras los demás se arrastran por el barro de los tiempos sin poder levantarse para mirar al cielo y decidir por si mismos si quieren alejarse y migrar, dejando atrás el sufrimiento.

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